El espiral de alza de precios se ha tomado los titulares de la prensa.
El fenómeno inflacionario ya es transversal a nivel mundial, donde contadas excepciones como China o Japón están escapando a los efectos que el aumento en el costo de la vida tiene en el día a día de sus ciudadanos. En Chile no estamos ajenos a este problema, y en términos generales las razones de fondo no son tan distintas a las que enfrentan países como Brasil, Estados Unidos o el continente europeo. Sin duda que en cada economía es difícil o casi imposible despejar la incidencia que tienen en este problema los factores externos versus los determinantes domésticos.
Así, las presiones inflacionarias serán el dolor de cabeza para los banqueros centrales en los próximos meses. La semana pasada la Reserva Federal (FED) hizo pública sus minutas de la reunión de decisión de política monetaria del mes de marzo, donde no sólo reconoce que el problema de controlar y anclar las expectativas de alzas de precios será muy difícil, sino que adicionalmente reveló que están dispuestos a actuar de forma agresiva para poner freno a este problema. En concreto, el consejo directivo del banco central más importante a nivel global reafirmó que subirá con fuerza las tasas de interés este año y que además reducirá de forma agresiva el tamaño de su balance a través de la no renovación de bonos del tesoro y la eventual venta de bonos con respaldo hipotecario en el mercado secundario.
Vale la pena cuestionar qué tan creíble es que se concrete este escenario considerando la historia reciente de la FED y, en caso de materializarse, cuál es la injerencia real en la normalización de precios. Para responder la primera inquietud hay que recordar que el mandato de este organismo es la de mantener la estabilidad de precios y el pleno empleo. La recuperación económica ha llevado a que el empleo se encuentre en niveles cercanos al vigente previo a la crisis del Covid, así que en teoría la autoridad monetaria deberá avocarse por completo a subir las tasas de interés hasta un nivel donde los efectos de esta política anclen las expectativas inflacionarias sin dañar el mercado laboral. Sin embargo, este escenario no es completamente creíble, existe consenso que un tercer mandato no oficial, la estabilidad del mercado accionario, está presente desde la era Greenspan y por lo mismo es válido proyectar que el anuncio se cumplirá sólo de manera parcial.
Si nos enfocamos en la realidad local, podemos decir que nuestro Banco Central lleva varios pasos adelantados al resto del mundo desarrollado. Sin embargo, los registros inflacionarios no dejan de subir y sorprender al mercado. En base a esto podemos elaborar cuál es la efectividad que tiene este accionar en reducir las presiones inflacionarias donde al mirar la reciente evidencia local y latinoamericana, es poco lo que hasta ahora se ha podido lograr. Lo anterior, de ninguna manera busca cuestionar la efectividad de las herramientas de política monetaria, las que usualmente toman mas de doce meses en tener un efecto medible en la economía, sino que busca realizar un análisis más amplio sobre las razones que nos han llevado a este curso de acción.
Es en esta línea donde hay que poner una nota de alerta sobre el efecto que han tenido los desproporcionados estímulos fiscales a nivel global, los cuales han empujado con fuerza la expansión de la demanda agregada y que, en conjunto con restricciones de oferta, siguen empujando los precios al alza. La inflación tiene la etiqueta de ser el impuesto de los pobres, y hoy está en manos de la política fiscal decidir actuar de forma coordinada para no seguir subiendo este indeseado tributo.
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