Segundo tiempo de Milei
Mauricio Cañas, director de Estrategia de WM, llamando a Andrés Borenstein, economista jefe BTG Pactual Argentina.
Hace 2 meses
El escenario político argentino posterior a la elección abre una etapa marcada por mayor gobernabilidad y por la posibilidad de avanzar en reformas que antes estaban bloqueadas. Con un Congreso en el que la oposición es moderada y con incentivos alineados para acompañar ciertos cambios, se proyecta un período hasta la campaña de 2027 en el que el oficialismo tendría espacio para impulsar transformaciones relevantes.
En el plano macroeconómico, la prioridad es clara: acumular reservas. Aunque la inflación sigue siendo alta en comparación internacional, bajó desde niveles cercanos al 250% hasta el rango del 30%, con proyecciones en torno a 20%. Existe superávit primario por primera vez en más de quince años y la deuda ronda el 40% del PIB, un nivel manejable. Sin embargo, la mayor vulnerabilidad sigue siendo la posición externa. Países altamente dolarizados como Perú o Uruguay mantienen más de 20 puntos del PIB en reservas; Argentina, en cambio, tiene prácticamente cero. La expectativa es que el mercado no dé demasiada paciencia y exija señales concretas antes de mediados de noviembre.
La salida del cepo figura como un paso inevitable para 2026. Mientras las personas ya no tienen restricciones para comprar dólares, las empresas siguen sujetas a limitaciones, aunque solo para la “historia” y no para los flujos futuros. Se espera que los dividendos generados en 2025 puedan pagarse cerca de mayo de 2026, con un payout extraordinariamente alto. El camino hacia la normalización cambiaria implica eliminar restricciones, aunque la cautela sigue siendo comprensible dado el contexto estructural.
La duda sobre si esta vez Argentina puede vivir un cambio verdaderamente distinto es legítima. Experiencias anteriores —incluida la chilena de 1982— muestran que incluso con superávit fiscal pueden desencadenarse crisis cambiarias severas ante shocks externos. Aun así, existen elementos que podrían marcar una diferencia: aprendizaje de errores recientes, presencia del Fondo Monetario Internacional y del Tesoro estadounidense promoviendo una mejora en la posición externa, un ciclo de tasas más benigno que el de otros episodios y un eje estructural que cambia la ecuación: Vaca Muerta y la expansión minera. Con la misma cordillera que Chile y proyectos en litio, cobre y oro en etapas avanzadas, Argentina tiene una capacidad potencial de fortalecer su cuenta externa como no ocurría en décadas.
Ningún proceso será lineal. Habrá momentos de avance, retrocesos, shocks externos y errores inevitables de gestión. Aun así, el camino a seguir es relativamente claro: comprar reservas, reducir vulnerabilidades y sostener un rumbo fiscal ordenado mientras se avanza en normalización cambiaria.
El orden de las prioridades importará. La inflación viene descendiendo desde 211% al final del gobierno anterior, a 107% en 2024 y a un rango entre 29% y 30% proyectado para 2025. Bajarla demasiado rápido podría generar riesgos innecesarios. Un enfoque gradual permitiría privilegiar la acumulación de reservas, mantener un tipo de cambio competitivo y favorecer la actividad. La depreciación real de aproximadamente 25% entre octubre y enero sugiere que parte del ajuste ya ocurrió. También será necesario moderar la tasa de interés real, que promedió entre 25 y 30 puntos en meses recientes, un nivel insostenible para el sector privado y para el propio Estado.
Respecto a reformas habilitadas por el resultado electoral, destacan dos: la reforma laboral y la reforma impositiva. Aunque el gobierno no tiene mayoría propia, sí dispone de apoyo de sectores moderados promercado, con los cuales puede negociar. Se esperan concesiones, posibles incorporaciones al gabinete y la capacidad de avanzar en cambios que antes eran inviables. En paralelo, continúan medidas microeconómicas que no requieren legislación, aplicadas mediante decretos y la Secretaría de Desregulación.
Sobre privatizaciones, no existe un universo amplio porque gran parte fue privatizado en los años noventa. Aun así, se anticipan procesos en la compañía de aguas, participaciones en centrales térmicas, Transener, concesiones de rutas y centrales hidroeléctricas en la Patagonia. Otras entidades, como el Banco Nación, no pueden privatizarse bajo la legislación vigente.
El vínculo con Estados Unidos adquirió una dimensión inesperada por el nivel de apoyo político y financiero recibido. La compra de pesos y el respaldo explícito del gobierno republicano sorprendieron incluso a observadores optimistas. Este apoyo se interpreta en clave geopolítica: en la competencia entre Estados Unidos y China por influencia global, Argentina aparece como un país relevante en América Latina. Si la economía argentina avanza hacia la normalización, la dependencia de este apoyo debería disminuir hacia 2028.
Para entonces, se proyecta que parte de la infraestructura clave de Vaca Muerta esté operativa y que los proyectos mineros estén en fases de construcción avanzada, lo que permitiría empezar a descontar flujos futuros y reducir la vulnerabilidad externa.
De cara a los próximos meses, los puntos críticos para un inversionista incluyen definiciones sobre política monetaria y cambiaria, ajustes en encajes —actualmente muy altos— y la evolución de la actividad. Tras una recesión inicial y una rápida recuperación en V corta, la economía se estancó por seis meses. La expectativa es que a partir de noviembre comience una recuperación gradual que deje un arrastre positivo para 2026. Las proyecciones de crecimiento rondan entre 3,5% y 5%, dependiendo del organismo, con un escenario base cercano a 3,5%.
*El equipo de BTG Pactual Chile no participa de las opiniones de los entrevistados/as vertidos en los BTG Call, siendo completa responsabilidad de quienes las emiten.