Como hace tiempo no pasaba, se acerca un mal cierre generalizado en términos de desempeño en los mercados financieros.
Se acaba el año y como hace tiempo no pasaba, se acerca un mal cierre generalizado en términos de desempeño en los mercados financieros. Acciones a la baja en Chile y a nivel global, bonos internacionales cayendo y dejando como único refugio a la renta fija local más el dólar entre las alternativas líquidas, y a los activos alternativos entre las opciones con menor liquidez.
Las carteras de las AFPs no escapan de esta dinámica, donde, con excepción de la opción más conservadora, todos los multifondos están cerrando el año con la menor rentabilidad anual en los últimos siete años.
En este sentido, ya se ha comentado en varias oportunidades durante el segundo semestre las razones que explican este pobre desempeño, por lo que la idea no es hacer un repaso de estos. Sin embargo, la temática que ha cobrado mayor fuerza en las últimas semanas es la percepción de un aumento sostenido en la probabilidad que enfrentemos una recesión a nivel global en el corto plazo.
De hecho, varios bancos de inversión y expertos del mundo financiero a nivel internacional no han escondido estos temores, aludiendo a decisiones que han tomado líderes de algunas las principales economías. Por ejemplo, en marzo, varias entidades asignaban menos de un 20% de probabilidad de que se concrete el peor escenario en 2019, lo cual ha aumentado sobre un 30% durante los meses recientes.
En ese sentido, resulta interesante evaluar las causas comunes que preceden una recesión y contrastar si efectivamente estamos en presencia de estos precursores. Adicionalmente, vale la pena considerar que la atención se ha centrado más en la economía americana en desmedro del peso de otras potencias como la Zona Euro o China.
Entre las principales causas que eventualmente podrían desencadenar el inicio de una recesión en Estados Unidos podemos encontrar una política monetaria en exceso restrictiva, crash bursátil, explosión de burbujas en activos financieros o inmobiliarios, desregulación con implicancias de desajustes sistémicos o una deflación sostenida.
En esta línea, considero que las dos primeras razones eventualmente requieren un monitoreo activo, aunque no a niveles que efectivamente puedan desencadenar este escenario. Adicionalmente, las recesiones también se pueden generar porque el colectivo de los agentes económicos, tomadores de decisiones, sienten una aversión a tomar acciones que sostengan el ritmo de crecimiento sin una razón objetiva, a lo cual podemos calificar como profecía autocumplida.
Si bien considero que la probabilidad de enfrenar una recesión en Estados Unidos es baja, uno de mis motivos favoritos para explicar el eventual desencadenamiento de una sería esta última razón. Así, con datos económicos que siguen mostrando solidez, es más relevante enfocarse en los débiles números que han mostrado China, y el estancamiento, entrampamiento y falta de herramientas que tienen las autoridades de la Zona Euro para apuntalar una máquina que sigue perdiendo fuerza.
* Columna publicada en Diario Financiero el 14 de diciembre de 2018
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