
Audentes fortuna iuvat
Hace 8 años
Con la economía al alza, el presidente electo tendrá más apoyo, pero igual necesitará una cuota de audacia para liderar las reformas que son necesarias para mejorar el desempeño de largo plazo de la economía.
Luis Óscar Herrera, economista jefe para la Región Andina de BTG Pactual Chile.
La fortuna les sonríe a los audaces. Sebastián Piñera se atrevió y ganó. Su primer desafío es político. Sin mayoría en el Congreso, el presidente electo y sus ministros necesitarán ejercitar la persuasión, el pragmatismo y la paciencia para mover su agenda. El segundo desafío es económico. Los principales problemas son tres: crecimiento anémico, empleos precarios y déficit fiscal persistente. Para resolverlos será necesaria una dosis de fortuna para que sigan soplando vientos favorables desde la economía internacional, pero también coraje y una cuota de audacia para liderar reformas necesarias, aunque a veces impopulares.
El crecimiento económico de los últimos cuatro años promedió apenas 1,8% anual, lejos del 5% y más de las tres décadas previas. La estimación del crecimiento de tendencia se ha recortado a cerca de 3% anual, insuficiente para lograr el desarrollo económico. El estancamiento de la productividad se arrastra por más de una década, a lo que se suma la fuerte caída de la inversión en los últimos años.
En el ámbito laboral preocupa el estancamiento de la creación de empleos formales a partir de 2015, y el aumento del número de trabajadores por cuenta propia y/o asalariados informales. El ingreso promedio en estos empleos es 30 a 40% inferior a lo que puede obtener un trabajador equivalente en el sector formal (BCCh, junio 2017). Asimismo, el número de personas subempleadas, que trabaja menos horas de las deseadas o está sobrecalificado, ha crecido casi 20% durante los últimos cuatro años, llegando a casi un cuarto de la fuerza laboral (Clapes-UC, diciembre 2017).
En el área fiscal, las cuentas públicas vienen en rojo desde hace cinco años. La deuda pública bruta como proporción al PIB se ha duplicado, derivando en un recorte de nuestra clasificación de riesgo soberano a la que podrían seguir otros más adelante.
¿Qué se puede hacer? En lo inmediato, cruzar los dedos para que la recuperación cíclica que ya se comienza a advertir en las cifras económicas se consolide. Los astros están bien alineados. Las condiciones externas e internas son favorables para que la economía retome un mayor dinamismo en los próximos 12 a 24 meses, incluso por encima de su tendencia. El entorno externo es mejor, incluyendo un mayor precio del cobre. Internamente, la confianza privada está repuntando, en buena medida gracias al proceso electoral, y la política monetaria es expansiva. A fines de 2018, el PIB podría estar creciendo a un ritmo de 4% o más, y esto podría continuar en 2019.
El mayor precio del cobre y la aceleración económica ayudarán a corregir las finanzas públicas, pero estas deberán continuar en una senda gradual de consolidación. Más importante, es necesario fijar un objetivo de largo plazo para el balance estructural y la deuda pública, y fortalecer la institucionalidad que lo sustenta.
Con la economía al alza, el presidente electo tendrá más apoyo, pero igual necesitará ser audaz para liderar las reformas que son necesarias para mejorar el desempeño de largo plazo de la economía chilena, aun cuando a veces puedan contrariar los eslóganes fáciles que campean en la opinión pública. Lamentablemente, la economía no siempre funciona de acuerdo a la intuición. Siempre es más fácil ver los beneficios directos o inmediatos de una política sobre los favorecidos, que sus costos indirectos o de mediano plazo sobre el resto de la población.
En el corto plazo, ya está comprometida la simplificación de la simplificación de la reforma tributaria. Otra tarea crucial es modernizar la legislación laboral con miras a reavivar el empleo formal, facilitar la participación de jóvenes, mujeres, migrantes y personas mayores en el mercado laboral, y adecuarla a los cambios tecnológicos y demográficos que vienen. Un punto de partida son las flexibilizaciones que se dejaron de lado en la reforma laboral de 2016.
Asimismo, será necesario emprender la reforma previsional que eleve el ahorro para la jubilación y mejore las pensiones presentes y futuras, pero sin descuidar los incentivos al ahorro personal y el empleo formal.
También es clave promover mayor competencia e innovación en el sector privado. Chile es una economía pequeña, con mercados concentrados, donde las empresas dominantes a veces tienen una posición cómoda y difícil de desafiar. Es importante atacar las rentas ineficientes que desincentivan la inversión y el empleo, redoblando esfuerzos por disminuir barreras de entrada, desalentar prácticas anticompetitivas, evitar la captura regulatoria y fomentar un mercado de capitales dinámico que financie a los desafiantes.
Por ejemplo, un costo indirecto de la compleja normativa medioambiental para aprobar nuevos proyectos es elevar las barreras de entrada para las nuevas empresas en perjuicio de la competencia y los consumidores.
Finalmente, es crucial profundizar la modernización del Estado. No sólo es necesaria para satisfacer las demandas de una sociedad más exigente y cuidar de los recursos fiscales, sino principalmente para restituir la legitimidad del sistema político y la democracia ante los ciudadanos.
En último término, la principal tarea del próximo gobierno es renovar la confianza de los chilenos en la capacidad de nuestro país para seguir progresando en forma armónica hacia una sociedad más próspera, justa y pluralista. Para lograrlo, necesitará de buenas ideas, mucho trabajo, audacia y también una dosis de fortuna.