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Daron Acemoglu: «Chile ha disminuido sus niveles de desigualdad, pero estas mejoras no han estado a la altura de las aspiraciones del país»

El destacado economista del MIT y autor del best seller «Por qué fracasan los países»

El Mercurio

Hace 5 años

DARON ACEMOGLU:

«Chile ha disminuido sus niveles de desigualdad, pero estas mejoras no han estado a la altura de las aspiraciones del país»

El también autor de «El estrecho corredor» y profesor de Economía del MIT —quien viene a Chile para participar como el expositor principal del Latam Focus 2020 de BTG Pactual—, destaca la historia de éxito que ha vivido Chile en las últimas tres décadas, pero le preocupa que esto pueda terminar «si es que se toman decisiones equivocadas», dice.

—¿Le preocupa Chile?

«Por supuesto». Daron Acemoglu no duda en responder que la crisis social que vive el país es un tema complejo. Y la opinión viene de uno de los economistas más respetados de la última década.

Licenciado en Economía de la Universidad de York, Máster en Economía Matemática y Econometría y doctor en Economía del London School of Economics, hoy se desempeña como profesor titular en el MIT.

No es exagerado decir que es uno de los autores económicos de mayor venta en la última década. Ha publicado más de 120 artículos y escrito cuatro libros. En 2012 lanzó, junto a James Robinson, el exitoso «Por qué fracasan los países», vendiendo más de 150 mil ejemplares en su versión en español. En octubre del año pasado fue el turno de «El pasillo estrecho», también junto a Robinson, y rápidamente se convirtió en un nuevo éxito.

Acemoglu llega este miércoles a Chile para participar, al día siguiente, el jueves 5 de marzo, como el principal expositor en el evento de BTG Pactual Latam Focus 2020. En su charla magistral hablará sobre su última publicación y también sobre el caso de Chile, país que ha citado en sus escritos.

«En términos generales, Chile es una historia exitosa. Dentro de la región, es uno de los países que más se ha desarrollado; las instituciones estatales, sus cortes y la burocracia funcionan; al igual que el sistema electoral, tras la transición a la democracia. Pero, a pesar de que ha alcanzado importantes logros, hay mucho por hacer para lograr que el crecimiento se reparta de una manera más igualitaria, tanto a nivel de las instituciones como en la economía», adelanta el economista nacido en Turquía.

No es la primera vez que pisa suelo chileno. «He estado ahí un par de veces», comenta al teléfono desde Boston. La última vez fue en 2014, invitado por una institución bancaria. Ya entonces, asegura, le llamó la atención la situación que vivía Chile.

«Michelle Bachelet era Presidenta entonces y estos temas estaban sobre la mesa: reforma constitucional, reforma educacional, reforma tributaria, impuesto al capital y la inversión. Percibí que Chile era desigual y había menos diversidad social de lo que uno podría esperar en un país con este nivel de ingresos y de desarrollo económico», reflexiona.

-Usted ha señalado que los países fracasan cuando no generan una estructura organizativa que permita a sus ciudadanos sentirse parte del progreso. ¿Chile fracasó?

«La de Chile es una historia de éxito dentro de Latinoamérica. Logró, en los ochenta, establecer una democracia estable, crecer y reducir la desigualdad; aumentó el acceso a la salud y a la educación. Muy pocos se habrían imaginado este escenario. Pero no logró hacerlo de una manera que aumentara la igualdad y la percepción de todos los chilenos de poder beneficiarse en partes iguales del desarrollo económico».

-Tras casi cinco meses del estallido social, ¿cómo evalúa todo lo sucedido en Chile?

«No he visto una solución a los problemas, pero se pueden implementar algunas reformas. La interrogante es si se logra acordar un camino pacífico para llevar a cabo una reforma constitucional, que no es la única demanda de la gente hoy, pero es una parte importante y emblemática».

«También el rol de la educación, la calidad y el acceso son claves. Hay que asumir que estos cambios no pueden ocurrir de la noche a la mañana, pero en materia de desigualdad en Chile, la educación juega un papel fundamental y cómo reducir los costos para acceder a ella».

-¿Lo sorprendió la violencia con que comenzó esta crisis social en Chile?

«Me sorprendió lo inesperado y la rabia. El hecho de que el descontento se haya acumulado y que la gente no ha percibido soluciones reales es parte del fenómeno. Me intrigó lo sorprendida que estaba la coalición gobernante con todo esto. No entendieron lo que estaba pasando; reaccionaron mal, ajustaron el rumbo y respondieron tarde, lo que demostró que les tomó tiempo entender lo que sucedía.

-A su juicio, ¿cuál es la razón de todo este conflicto?

«Es difícil decirlo. Chile ha disminuido sus niveles de desigualdad en los últimos 30 años, aumentando la educación y el acceso a la salud, pero estas mejoras no han estado a la altura de las aspiraciones del país, incluso a pesar de que ha habido desarrollo económico y el ingreso per cápita ha aumentado. Muchos ciudadanos aún perciben que viven en una sociedad desigual, que los privilegios se concentran en un segmento de la sociedad y quieren más apertura y equidad en ese aspecto».

-Chile fue el alumno aventajado de la región. ¿Está en peligro esa categoría?

«A mediano y largo plazo Chile sigue siendo el niño bueno del barrio. En las últimas tres décadas su historia ha sido exitosa, y me preocupa decirlo, porque eso puede terminar si es que se toman decisiones equivocadas y si no existe compromiso y entendimiento entre los distintos sectores».

-¿Es Chile todavía la estrella de la región?

«En un sentido, lo es, comparado con lo que ha sucedido en los últimos veinte años en Brasil, Argentina, México, Colombia, Perú y ciertamente América Central. Pero no ha logrado democratizar por completo el acceso a educación de calidad y a mejores empleos. Hay descontento porque las aspiraciones de la ciudadanía no calzan con la realidad; entonces hay una necesidad de mayores reformas y la manera en que se define el curso de acción para el futuro. Hay que encontrar un plan viable que aumente la confianza entre aquellos que son menos poderosos en las instituciones y la pregunta es cómo lograr que la sociedad confíe en que existe el genuino esfuerzo para resolver los problemas y deficiencias; pero es un proceso lento y difícil».

-¿Cómo se resuelven la desigualdad y la falta de oportunidades?

«Con educación. Chile ha mejorado las desigualdades de manera importante entregando más oportunidades de educación; y también resguardando a los trabajadores con medidas como salario mínimo, negociaciones colectivas, y beneficios sociales que los protejan. Ambas se complementan en reducir las inequidades. También hay cosas que hacer en redistribución fiscal porque es saludable para una sociedad lograr una prosperidad más compartida y que entregue más oportunidades».

«Yo sí creo que Chile necesita una nueva Constitución»

—¿Qué luz vemos al final del túnel o hay un riesgo de colapso inminente?

«Esa es la gran pregunta. Si analizamos cómo Chile terminó siendo una de las dictaduras más violentas en Latinoamérica, es porque cada sector de la sociedad empezó a ver al otro como su enemigo mortal. Espero que esto no se repita ahora. Yo sí creo que Chile necesita una nueva Constitución y es bueno que eliminen cualquier rastro de leyes y de justicia militar. Una nueva Constitución debiera ser el espacio en que las personas se encuentren y compartan un grupo de valores, principios y leyes y eso se refleje en la Carta Fundamental. Pero se ha llegado a este punto con protestas violentas y, en medio de una crisis, sentarse a la mesa no es una situación ideal. Es posible esperar que haya un acuerdo razonable en cómo moverse hacia adelante».

—¿Es posible que un cambio constitucional mejore el nivel de vida de un país como Chile?

«No, no creo que una Constitución logre eso en un país como Chile. El objetivo de una nueva Constitución no es que Chile tenga mayor crecimiento, sino eliminar los remanentes de un régimen dictatorial y renovar el compromiso con la visión de un país más inclusivo, con todos los segmentos de la sociedad. También es un gesto simbólico y un compromiso para con aquellos que están insatisfechos con el progreso que se ha logrado, y que pueden sentarse a la mesa y ver que en esta nueva Constitución sus voces se escuchan».

«Estoy a favor de una reforma constitucional porque creo que Chile necesita calmar la animosidad entre los diversos sectores, incrementar la confianza en las instituciones y hacer un compromiso en las reformas futuras».

—¿Redactar una nueva Constitución y estar inmersos en un período de dos años para hacerlo no implica más riesgos e inestabilidad económica que beneficios?

«El riesgo existe, pero es independiente de si hay una nueva Constitución o no. Si no la hay, implica que no se hace nada y también crea inestabilidad, porque significa que no estás escuchando a una parte significativa de la población que quiere cerrar la cortina con el pasado militar. Pero coincido en que una Constitución mal diseñada, o que polarice más al país, puede ocasionar un real desastre y mayor inestabilidad».

-Una de las discusiones que genera preocupación es sobre el derecho de propiedad, elemento clave para la inversión, funcionamiento de los mercados y el crecimiento.

«Parte del progreso que ha experimentado Chile se debe a que el Gobierno ha proveído salud, educación y todos aquellos elementos que son importantes. Espero que la nueva Constitución pueda reafirmar la existencia de la propiedad individual, que es parte de los derechos humanos y civiles más básicos, pero también hacerlo de una manera en que Chile logre utilizar los impuestos que recauda en forma cuidadosa, calibrada y progresiva y que proteja a los trabajadores».

—¿Es partidario de aplicar impuestos a los súper ricos?

«Creo que en esta era globalizada la tributación punitiva a los más ricos crea muchos problemas. Pero los impuestos progresivos tienen que ser parte del arsenal de cada país, y la mayor parte de ingresos vía impuestos vienen de los ricos y clases superiores, y es razonable para un país con el nivel de ingreso como Chile».

«El que la administración de Piñera no entendiera de dónde venía el descontento demuestra que no comprendieron algunos de los problemas que afectan a Chile».

—¿Qué responsabilidad tiene el Presidente Piñera en esta crisis social? ¿Es justo culpar solo a esta administración, si las desigualdades llevan décadas?

«Todos tienen responsabilidad. Pero el que la administración de Piñera no entendiera de dónde venía el descontento demuestra que no comprendieron algunos de los problemas que afectan a Chile. El hecho de que estén en esta situación, donde muchos chilenos de izquierda y jóvenes no confían en Piñera, por supuesto que hace las cosas más difíciles. Pero hay que mirar hacia adelante y no hacia atrás. Si observamos casos exitosos de reformas, la mayoría están supeditados a la habilidad de los líderes de dialogar en forma creíble con la contraparte. Para Piñera es fácil hablarles a sus votantes sobre las eventuales reformas y lograr que estos lo apoyen, eso no es complejo. Lo más difícil es presentarle a la contraparte una propuesta consistente, que sea creíble, y encontrar puntos comunes».

—La gente tampoco confía en las corporaciones privadas. ¿Qué rol juegan los empresarios en esta ecuación?

«La responsabilidad de los empresarios es menor que la del Gobierno, que es el que lidera, pero sí deben comprometerse a ser más inclusivos en las contrataciones, en las oportunidades que van a dar a sus empleados. Cualquier empresa que rompa el modelo de ser un «club de amigos» va a lograr reconocimiento y va a contribuir en esta transformación general».

Su peor temor en Chile: «Moverse en la dirección de Venezuela o replicar las malas dinámicas de Brasil».

—¿Qué tan dañada está hoy la imagen internacional de Chile?

«No creo que hayamos llegado a ese punto todavía. Si Chile logra manejar este cambio constitucional y lograr consensos -y no se trata de políticas perfectas-, puede mantener el estatus de historia de éxito».

-El premio Nobel de Economía, Paul Romer, señaló en una entrevista a este medio que «cualquier país puede terminar como Venezuela». ¿Comparte esa visión?

«No considero que cualquier país pueda ser una Venezuela, pero cualquier país sí puede moverse en esa dirección. En Chile no podemos descartar que fracase el proceso constituyente, que aumente la desconfianza, o que un líder autoritario de las filas de la derecha o uno más incendiario de izquierda, resulten electos. Pero Chile tiene una tradición democrática sólida y competente, una comunidad empresarial, y no veo que la senda que ha tomado Venezuela sea tan fácil de replicar».

—¿Cuál es su peor temor en Chile?

«Moverse en la dirección de Venezuela o replicar las malas dinámicas de Brasil».

—¿Vamos a tener que acostumbrarnos a que surjan descontentos sociales y violencia en cualquier momento en cualquier punto del mundo?

«En democracia es posible que surjan descontentos, gente protestando y algún tipo de inestabilidad, es parte del juego y tenemos que acostumbrarnos a eso. Por eso es importante tener las leyes y los mecanismos institucionales para resolver estos problemas en forma pacífica».

—¿Qué naciones están en peligro de vivir estas crisis sociales y son una bomba de tiempo? ¿Estados Unidos?

«Absolutamente Estados Unidos, que está en un punto crucial y tiene los mismos problemas y dinámicas que Chile; Brasil también me preocupa. Hay muchos países que no lo están haciendo nada de bien, incluyendo aquellos en Centroamérica, Perú, Bolivia y ciertamente Francia, que tiene también sus problemas».

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